¿Te has fijado en el poder de seducción de los gatos?

¿Te has fijado en el poder de seducción de los gatos? Sigo sin entender a la gente indiferente a este juego amoroso, del cual siempre el gato sale triunfante.

La mirada apacible, parece ausente aunque el menor ruido lo hace reaccionar. Te tolera en su mundo, pero sin más. Y, de repente, le entra ternura por los ojos, y ya no te ve... te mira, se aproxima a ti y empieza el juego fatal... fatídico.

Orgulloso como él mismo, los ojos clavados en los tuyos con tanta soberbia que eres tú quien aparta la mirada; y cuando ya te ha demostrado que él lleva las riendas -y como sabe perfectamente que a nadie le gusta sentirse dominado mucho tiempo-, se vuelve cariñoso, sensual, mendigo de la menor caricia y pide más... y más, implorando tu atención, consciente del placer que te otorga el poder acariciarlo, mientras te da la ilusión de ser tú el dueño de la situación.

Nunca supe si era tan listo como para fingir el placer que él mismo toma o si, precisamente, goza sencillamente del contacto de tu mano y se deja llevar, mirándote de vez en cuando con tierna ironía, para que nunca olvides que sigue siendo él quien dirige la maniobra. Y poco a poco, te entran a ti ganas de apoderarte de su voluntad, de tomarlo en tus brazos, de guardar su sumisa cabeza en tu mano, o de sentir latir su corazón.

Lo querrías así, casi convertido en estatua, para que no tuviera vida propia, para poder gozar de su presencia siempre y cuando la necesites... para que te caliente los pies o el corazón en las noches de tormenta.

Pero él, saciado de caricias, ahíto de tanta ternura, se levanta y después de una última mirada donde se mezclan la ternura por ti y la llamada de su sagrada independencia, te deja, las manos sedientas de más cariño, de más caricias.

Y por eso, lo quieres.